domingo, 20 de junio de 2010

Nada nuevo en el arte

De Frida Kahlo se ha dicho tanto y su obra es tan conocida, que incluso sin haberla visto nunca, uno ya sabe lo que se va a encontrar. Esto es lo que me pasó a mí ayer al ver la restrosprectiva de su obra en el Martin-Gropius-Bau, en Berlín. Por amor al arte estuve hora y media en la cola, y eso que tenía una entrada "medio vip" que me ahorró la cola de fuera, de otra hora y media mínimo. Pero si Frida Kahlo puede ir de México a Berlín salvando un océano, yo puedo ir de Hamburgo a Berlín sin pestañear, en una hora veinte minutos de trayecto en el tren de alta velocidad y con una oferta de billete de tren junto con el de la exposición todo en un mismo día, y encima ahorrándome la primera cola.

Y sí, nada nuevo: la ceja y el bigote con el que se pinta, los colores tan típicos, los trajes tan mexicanos con los que vestía, su dolor físico y anímico. Un icono en el arte, y como mujer. No hay nada nuevo que se pueda decir ni expresar con una restrospectiva quizá demasiado enlatada en los clichés, ya que Frida Kahlo es un personaje tan definido que queda poco margen a nuevas interpretaciones, y dado que sus cuadros y estilo son de sobra conocidos como para esperar sorpresas, eso es justo lo que me fastidió de la exposición: la tan detallada explicación de cada cuadro, que si pintó esto y lo otro cuando tuvo un lío con éste o con aquella, explicando cada símbolo del cuadro. Es triste ser un icono, pienso, que todos tengan una imagen tan clara de tu vida y de cada pincelada, como por ejemplo un cuadro con sandías, en el que explicaban que eran Frida Kahlo y Ribera. Y tanta explicación sobre el Yin y el Yan que si el sol y la luna y el universo, que leí de carrerilla pues no me interesaban, pues mi fantasía no da para tanto. Yo quería ver los cuadros, sin tanto análisis.

Y traté de hacerlo. Me esperaba ver a una mujer desgarrada por el dolor, y me sorprendió leer que sólo pintó un cuadro haciendo referencia al terrible accidente de autobús que sufrió a los 18 años, y ver ese cuadro, con ella en el suelo, atravesada por el hierro, el autobús con la gente, y ese cuadro era uno de los grabados sin el colorido de su obra en general. Pensándolo bien, Frida Kahlo no retrató su época, y no veo por ninguna parte el retrato de la sociedad del que hablan los resabiados críticos de arte. La mayor parte de su obra son autorretratos, y su biografía sería carnaza para la prensa del corazón de hoy día: el accidente, su matrimonio con Ribera, divorcio, amantes hombres y mujeres, una segunda boda con Ribera, los amoríos de él y ella, ella incluso con Trotsky. Vida novelesca, o de película de Hollywood, que también las hay.

Y sin embargo me sorprendió ver a una mujer altiva, y menos dolorida de lo que me esperaba, creando ella misma ese mito, esa ceja, y ese bigote, de los que hizo su imagen. De las fotos que acompañaban a los cuadros, me impactó la foto en la que ella misma pinta su corsé en escayola como máscara mortuoria, hasta con la hoz y martillo comunistas. Y las fotos realizadas por el húngaro que fue su amante, y otras de una fotógrafa que incluso la fotografió muerta.

En cualquier caso mereció la pena ver en vivo y en directo 140 obras de esta pintora de la que no hay mucho que decir, y acabar molida tras caminar y caminar, sola y en Berlín. Siempre Berlín.

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